jueves, 17 de diciembre de 2009

Nuestra Perspectiva Teorica.

En esta entrada vamos a recoger brevemente algunas conceptualizaciones basicas sobre la precariedad laboral que son necesarias para aproximarse a estos fenómenos complejos desde nuestra perspectiva.

Cuando hablamos de las condiciones de trabajo y de vida de la población nos referimos a una realidad cada vez más heterogénea y difusa. El modelo socioeconómico occidental ha sufrido notables cambios en los últimos 30 años y este proceso no hace sino acelerarse en el nuevo siglo que comienza, agudizando las transformaciones profundas que vienen sucediéndose desde la crisis de los años 70' del modelo industrialista y proteccionista de posguerra. La producción y sus formas organizativas se adaptan frenéticamente a la nueva era de la economía inmaterial de la imagen y la comunicación, del trabajo intelectual y cognitivo, de los nuevos servicios y del poder de las finanzas. Este proceso deja obsoletas las antiguas formas de regulación de las relaciones laborales y de protección social, y abre paso a una nueva era de flexibilidad y precariedad que supone un cambio histórico de controvertidas magnitudes.

La Nueva Precariedad Laboral.

Un fenómeno de magnitudes complejas Como indican Joaquín ARRIOLA y Luciano VASAPOLLO, la tesis marxiana sobre la intensificación del proceso de proletarización sigue hoy vigente. Esto sucede desde el momento en que nos encontramos con un incremento de formas diversas y articuladas de trabajo subordinado, que enajena a los productores del carácter social de su producto y les somete a una acumulación capitalista centrada siempre en el aumento de los beneficios.
El nuevo marco de relaciones productivas de la era de los servicios, introduce un cambio en las condiciones de trabajo y de vida, derribando la tradición del empleo estable y la protección del Estado del Bienestar, y dando paso a la "institución de un estado generalizado y permanente de inseguridad que tiende a obligar a los trabajadores a la sumisión, a la aceptación de la explotación".
Esta precariedad en el empleo depende, según el CERC francés, de tres tipos de factores interrelacionados:

- De la situación macroeconómica y sus repercusiones sobre la producción.

- De las políticas de empleo y de protección social.

- De los modelos de gestión empresarial y de contractualización jurídica de las relaciones laborales.

Sobre el primero de estos factores es interesante remarcar el proceso de declive del modelo agrícola e industrial de la economía, con la consiguiente expansión que el mercado capitalista está realizando en los últimos años hacía el conjunto de actividades que se realizan en las esferas reproductivas que sostienen nuestra vida cotidiana. Hoy la educación, el arte, el cuidado, la sanidad, el ocio, la sexualidad, la movilidad y el viaje, la protección social, la comunicación e incluso la imagen son productos ofertados por el mercado. Esto supone la proliferación de empresas que imponen sus precios e intereses en relaciones sociales tradicionalmente desarrolladas dentro de esferas públicas, colectivas o privadas no mercantilizadas (guiadas por lógicas de altruismo y reciprocidad). Como bien apunta Imanol ZUBERO esto supone un "bárbaro y totalitario intento por extender la racionalidad económica más allá de la esfera...en la que esta tiene sentido"[4]. Esta mercantilización de nuestras vidas y de sus actividades va acompañada de una precariedad laboral de las personas que trabajan en estos sectores (ajenos a las convenciones y regulaciones laborales clásicas)[5]. La creciente desregulación de los mercados de trabajo y las sucesivas contrareformas de la protección social no hacen sino afianzar la posición de las empresas en este proceso. Aumentando la vulnerabilidad de las personas, se incentiva la sumisión de crecientes capas de la población a las exigencias y proyectos de quienes impulsan esta deriva. Este fenómeno ya ha sido ampliamente estudiado en los últimos años y por tanto no nos extenderemos más al respecto[6]. Por último, y derivado de los dos factores anteriores, están los modelos de producción y las formas de organización del trabajo llevadas a cabo por las empresas. La naturaleza de los nuevos sectores económicos y la indispensable adaptabilidad a los procesos de competencia globalizada, alteran profundamente las relaciones laborales y las posibilidades de ocupación de los trabajadores precarios. La creciente externalización y subcontratación de actividades somete a muchas pequeñas y medianas empresas (talleres y explotaciones agropecuarias, prestación de servicios, contratas de instalación, mantenimiento o limpieza, organización de eventos y logística, consultoría y asesoría,...) a una preocupante precariedad de sus jefes y empleados, sometidos a una total subordinación y moldeabilidad de sus condiciones, periodos y horarios de trabajo. Esto se relaciona con la aparición de agentes de intermediación (ETTs y otras) y con un abuso normalizado de las formas temporales y atípicas de empleo[7]. Esta organización flexible de la producción implica la proliferación de toda una nueva clase de jornaleros urbanos[8], que construyen sus trayectorias de forma desordenada e impredecible, quedando sus expectativas de promoción sociolaboral ascendente peligrosamente supeditadas a las necesidades del mercado.

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